Por Lorena López, Directora de Investigación Social de TECHO México
Existen esfuerzos para erradicar las desigualdades que han caracterizado a la sociedad a lo largo del tiempo. Cada una de las desigualdades sociales puede verse desde diferentes enfoques -como el económico o de género-, y se reflejan de manera distinta en la sociedad. Pero culminan en la imposibilidad de un acceso equitativo a situaciones específicas. Hablar de desigualdad implica reconocer que no todos tenemos las mismas posibilidades de ejercer ciertas conductas o derechos.
Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer y no podemos dejar de lado el tema de la desigualdad de género. Dicha desigualdad es transversal a cualquier situación política o económica, respondiendo a los parámetros culturales que se han reproducido en la sociedad. A pesar de los esfuerzos por eliminar esta diferencia, es posible identificar obstáculos a que se enfrenta una mujer en su cotidianidad, como el acceso al empleo o la brecha salarial.
En México, la inserción de la mujer al trabajo remunerado ha tenido un crecimiento paulatino a partir de la segunda mitad del siglo XX. De acuerdo al estudio realizado por la OCDE, “Las perspectivas para el empleo 2016”, nuestro país tiene la segunda tasa más baja de participación laboral femenina de la OCDE, sólo superada por Turquía. También se identificó una brecha salarial que sitúa a las trabajadoras con un salario 12% menor por hora trabajada que la de los hombres.
Aunado a la problemática que representa la brecha salarial y el acceso al empleo, cada mujer debe enfrentarse a los obstáculos para permanecer o crecer en el ámbito laboral. Estos obstáculos se definen por el contexto en que cada una se encuentre. Como es el caso de las mujeres trabajadoras que habitan los asentamientos informales en situación de pobreza.
Vivir en un asentamiento informal en condiciones de pobreza implica sortear dificultades que se deben a falta de acceso a servicios básicos, a una vivienda digna, a un transporte eficiente que les permita movilizarse dentro o fuera de la ciudad, entre otros. Es decir, las personas que habitan en los asentamientos informales no disfrutan plenamente del Derecho a la Ciudad. Ahora, si pensamos todos esos obstáculos y los sumamos con aquellos que se presentan en el ámbito laboral, podemos ver que las mujeres de los asentamientos informales viven en una doble desigualdad.
Las mujeres trabajadoras de los asentamientos informales en situación de pobreza no sólo se encuentran en desigualdad económica, sino también en una desigualdad de género. Es decir, se les atribuyen todas las responsabilidades que socialmente se han asignado al “rol de la mujer” aunada a la desigualdad económica y laboral. Un ejemplo de ello es el caso de las mujeres trabajadoras de la comunidad Compuertas, en el municipio de Teoloyucan, Estado de México.
Compuertas es un asentamiento que se dedica principalmente a la fabricación de ladrillo, por lo que la mayor parte de la población (67% de hombres y mujeres) se dedica a su producción. En el caso de las mujeres trabajadoras, es posible ubicar al 55%, en la realización de dicha actividad, mientras que el 32% se emplea en la venta de productos generales y alimentos (ambas dentro de la misma comunidad), y sólo el 12% se emplea en otras actividades que implican un desplazamiento mayor.
Hablando de un 55% de mujeres empleadas en la producción de ladrillo, frente a un 74% de hombres de la comunidad que se emplean en la misma actividad, podría pensarse que existe una apertura por parte de los empleadores, para la contratación de personal sin hacer una diferencia por género. No obstante, mientras que el salario mensual promedio de un hombre trabajador de la comunidad es de $3,129.00, el de una mujer es de $1,989.00. Esta brecha de salario es injusta, además, porque no se remunera la segunda jornada que realizan las mujeres en los asentamientos por el trabajo doméstico y de cuidados de su familia.
Observar un tema de desigualdad en aspectos relevantes como los mencionados, nos hace recordar que el verdadero significado de este día, más allá de ser una celebración que incluya felicitaciones a las mujeres, sólo por serlo; sea una jornada en la que conmemoremos a aquellas mujeres trabajadoras en varias ciudades del mundo que, desde principios del siglo XX, protestaron y lucharon por la igualdad y los derechos laborales.
Este recordatorio busca reconocer la realidad que cada mujer experimenta día a día. Y que detone un cuestionamiento a los roles de género que permiten la imposición –o auto imposición- de límites a nosotras mismas.