[Historia de Comunidad] En el Sifón se escucha el silencio

“¿Qué es El Sifón?”

“Una colonia todavía muy pequeñita. Aquí se escucha el silencio.”

El Sifón se encuentra en el kilómetro 35 de la carretera libre a Cuernavaca, pasando varios puestos de alimentos y la subestación de electricidad; donde se encuentra la entrada a un campo de golf, a mano derecha de la carretera. Hay que pasar por un camino de terracería que se va tornando empinado conforme se sube a la montaña. Ahí mero, entre montañas, pinos altísimos, y frío, es donde Eusebio siempre ha vivido. Eusebio es un hombre agradable y amable, siempre está dispuesto a cooperar con la comunidad y lo que ésta requiera. A pesar de que estaba un poco intimidado por la cámara que llevamos para grabar la entrevista, fue accesible y agarró confianza poco a poco. Es una persona sencilla que se dedica a trabajar y a pasar tiempo con su familia. ¿En qué trabaja? En lo mismo que todos los habitantes de El Sifón: la labor del campo.

Como Eusebio y sus vecinos, 6.8 millones de personas en México se dedican a trabajar en el sector económico primario, el cual incluye actividades como la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la caza y la pesca. De esos 6.8 millones de mexicanos que trabajan la tierra o se dedican a la ganadería, algunos se encuentran en El Sifón. Alrededor de 70 personas viven ahí.

“No nos hemos contado muy bien, pero más o menos”, nos dice Eusebio, mientras aprieta los ojos, haciendo un esfuerzo por darnos esa cifra.

La vida en la comunidad es muy tranquila, pero eso es de esperarse cuando se vive en un lugar tan recóndito y alejado del ajetreado ritmo citadino en el que nos desenvolvemos día a día. Hemos estado yendo a la comunidad todos los sábados durante dos meses, tal vez más, como voluntaria en el plan de Educación que TECHO implementó ahí. Además de encariñarme casi a la velocidad de la luz con los niños, he encontrado la forma perfecta de describir ese lugar; con un oxímoron: en El Sifón se escucha el silencio.

Al ser un lugar alejado de la ciudad, hay muchas actividades que no se pueden desempeñar ahí; como nos comenta Eusebio, no hay mucho que hacer. Las actividades principales son la agricultura y la crianza de ganado. Todos en El Sifón se suman a las actividades relacionadas con el trabajo. Por ejemplo, los sábados, cuando terminamos la clase, Juan, de 12 años y su hermano Moy, de 8, se dirigen al corral donde están los borregos de su papá y los llevan a pastar. Esa es su contribución a la comunidad. En El Sifón todos cooperan. A pesar de este trabajo colaborativo, la comunidad no tiene la capacitación necesaria para el manejo y aprovechamiento de la lana de los borregos que ahí se crían y por ello, ese recurso suele desperdiciarse o venderse a precios muy bajos.

La tranquilidad que se respira en El Sifón no deja a los habitantes de esta comunidad exentos de retos, dificultades o problemas. “Nos queda muy lejos todo”, nos dice Eusebio. Y la lejanía implica complicaciones. El Sifón cuenta con un 26% de la población en situación de pobreza (según el CONEVAL). La pobreza es la carencia de uno o varios derechos sociales; en esta comunidad, una de las necesidades prioritarias es el acceso al agua. El Sifón se abastece de agua por medio de pipas debido a que no está conectada a la red pública de distribución de este servicio. Esta situación es ambigua debido a que, como afirman los pobladores, el nombre de este sitio se debe a que fue un punto de almacenamiento y redistribución de las aguas de escurrimiento pluvial de la zona. Después, el recurso se dirigió por medio de tuberías hasta Topilejo, un poblado cercano que ha presentado un importante crecimiento demográfico y que actualmente requiere de un gran abastecimiento de recursos.

Como nos comenta Eusebio, para las amas de casa, los mercados quedan muy lejos; hay que trasladarse a otros poblados para conseguir las cosas necesarias. El transporte es otro factor que actúa en detrimento de la comunidad. No hay transporte público en El Sifón. Esto representa un problema en varios aspectos; principalmente, en el acceso a la educación. Para que los niños y las niñas del poblado puedan ir a la escuela, necesitan recorrer distancias muy largas a pie y después tomar transporte público hacia Parres, que es donde se encuentra la escuela más cercana.

Por otro lado, el costo de transporte por niño es de aproximadamente 13 pesos diarios (ida y vuelta), lo cual representa un gasto importante para las familias. Sobre todo aquellas con muchos hijos. Por ello, muchas veces los niños no van a la escuela de manera consistente. Los sábados, cuando llegamos al Sifón, lo primero que hacemos José Pablo y yo es preguntarles cuántos días fueron a la escuela esa semana. En promedio, los niños y niñas van tres o cuatro veces. Recordemos que la carencia de educación es uno de las dificultades más importantes que enfrenta nuestro país y es, además, la raíz de otros problemas como la violencia y el crimen.

Eusebio considera muy buena la labor que TECHO ha llevado a cabo en El Sifón. En el 2009, la organización comenzó la intervención por medio de la construcción de viviendas de emergencia. Posteriormente, en 2011, se implementó el plan de educación y el de fomento productivo. “Vinieron y les enseñaron a las amas de casa gastronomía y también para hacer cortes de cabello. Y pues, como ahorita, con las clases, que les ayudan a los niños”, nos dice Eusebio.

Además, hace algunos años, gracias la organización comunitaria y el trabajo colaborativo con los voluntarios de TECHO, se creó un espacio recreativo para los niños y niñas de El Sifón. Espacio que cada sábado disfrutamos incluso José Pablo y yo, mientras jugamos con ellos. Por otro lado, hace algunas semanas, se concretó la instalación de un sistema de captación pluvial en la sede de la comunidad, gracias al trabajo de la empresa ISLA URBANA. Esto representa un avance considerable en cuanto a la labor que se hace para ir satisfaciendo, poco a poco, las necesidades de los habitantes de El Sifón.

Las horas que pasamos en ese lugar son, sin duda, las mejores de la semana. Definitivamente el acercamiento a la comunidad ha sido bueno y retributivo para ambas partes. No sólo nosotros vamos e implementamos el plan de educación por medio del enfoque lúdico; además, aprendemos de ellos y nos enriquecemos al cultivarnos de la forma en la que llevan día a día la vida en comunidad. La pobreza en México es una de las dolencias más alarmantes del país; poblaciones como El Sifón deben ser considerados focos rojos que hay que atacar. La exclusión social no tiene cabida en el mundo actual; es imperativo buscar la inclusión de todos los grupos sociales. La ayuda mutua y la colaboración dentro de nuestra sociedad, es la única vía palpable que tenemos para hacer frente a los desafíos que se nos presentan como nación. “Que ustedes no se olviden de esta comunidad; esperamos que sigan viniendo y cuando quieran, ya saben que aquí son muy bien recibidos todos”, termina Eusebio. Y yo termino con esto: Si no nos apoyamos entre nosotros, ¿quién lo hará?

 

Por Andrea Rodríquez Plata. Fotos por José Pablo Díaz Iñurrategui.

Si te interesa más información con respecto a los Equipos de Comunidad de TECHO en el Distrito Federal, escribe a eder.perez@techo.org